«La guerra de los mundos»
(The War of the Worlds) 1897
H.G. Wells
Ed. Penguin Random 2017, 219 pp.
Para mí lo mejor de la novela es el principio:
«No one would have believed in the last years of the nineteenth century that this world was being watched keenly and closely by intelligences greater than man’s and yet as mortal as his own; that as men busied themselves about their various concerns they were scrutinised and studied, perhaps almost as narrowly as a man with a microscope might scrutinise the transient creatures that swarm and multiply in a drop of water» (Nadie habría creído en los últimos años del siglo XIX que este mundo fuera observado aguda y atentamente por inteligencias superiores a las del hombre y, sin embargo, igual de letales por sí mismas; que mientras los hombres se ocupaban de sus asuntos eran escudriñados y estudiados, quizás tan a fondo como cuando el hombre con un microscopio podría escrutar las criaturas transitorias que pululan y se multiplican en una gota de agua)
Es inevitable que si has visto primero las dos versiones de cine las compares con el libro. Además, éste es uno de aquellos casos en los que los sucesos de la Historia posteriores han dado una dimensión más vasta y profunda, casi premonitoria, a un texto seguramente proyectado de forma más sencilla.
Hay que tener en cuenta la fecha 1897. Inglaterra no había conocido una invasión en su espacio desde hace siglos… hasta Hitler, pero Wells se adelanta, los invaden los marcianos que guardarán un parecido inusitado con los nazis. Y las armas de los invasores serán muy parecidas a las de la primera guerra mundial: el humo negro será el gas mostaza y similares y artilugios voladores surcarán los cielos.
Quizá Wells lo presentía con esa antipatía habitual hacia las modernidades tecnológicas. Sin embargo, el texto es muy finales de siglo: hay muchos caballos y la estrategia de defensa militar es del XIX, hasta con húsares.
La historia es muy conocida. Llegan los marcianos con la intención de aniquilar a la raza humana y quedarse ellos. Su parafernalia es bastante original, con maquinarias diversas, trípodes tripulados, rayos de caloríficos que incineran cualquier oposición, así como un humo negro que se expande a ras de suelo y lo aniquila todo.
El narrador es un escritor casado (el mismo Wells) que trabaja en casa y es sorprendido por el impacto de lo que parece un meteorito cerca de donde vive. Se acercará como otros a mirar y será testigo de la evolución de los hechos. Luego el narrador será el hermano del protagonista que verá otras situaciones y finalmente volverá al primer narrador.
Wells hace una descripción demasiado detallada de todos los lugares por donde se mueve el protagonista en su huida: como una guía. Quizá para mostrar como eran y en qué se convierten tras la destrucción. También es muy minucioso en detallar cómo de inconsciente es la gente y lo que le cuesta darse cuenta de las situaciones. Todo el mundo tarda mucho en reaccionar. Cómo la gente pasa con facilidad a un estado de salvajismo total. Como se deja llevar por la histeria colectiva y cuán fácil es perder la cordura.
En su tránsito de un lugar a otro buscando refugio conocerá a dos personas a fondo: un cura trastornado con el que debe esconderse durante dos semanas en una casa en ruinas con los marcianos al lado y que supone un peligro, y más tarde un soldado que le propone una alternativa de supervivencia futura de la humanidad que a primeras parece razonable, pero el sujeto no parece en sus cabales.
La forma de solucionar el conflicto y la aniquilación de los marcianos es profundamente original y consoladora para el género humano. Nosotros ya hemos combatido con los gérmenes y bacterias de la Tierra y por ello nos pertenece.
Cabe decir que el narrador deja a su mujer en casa de unos parientes y él vuelve a su casa y a la zona por curiosidad.
Yo diría que la novela se lee con más interés por lo que significa y significó, que por lo que es. Personalmente y no en esta novela, sino en general no me gusta demasiado cómo Wells se refiere a las personas y a las cosas.